El juego del Calamar (o Squid Game, en inglés) es la serie del momento en Netflix, que explora una premisa bastante sencilla: a un grupo de personas endeudadas económicamente se las recluta con la "oportunidad" de arriesgar sus vidas a cambio de una cantidad de dinero. Un reclutador elige a los jugadores asegurándose, mediante la humillación, de que están lo suficientemente desesperados como para decidir ingresar al juego.
Dentro de la serie encontramos un grupo heterogéneo de personas, estrategas, héroes inesperados, introvertidos que no son lo que parecen y matones desquiciados. Este reparto no es muy diferente al que podemos encontrar en las empresas, aunque el destino claramente no es tan dramático como en la serie. Pero el reto de gestionarlos desde recursos humanos tiene muchas similitudes con nuestra realidad cotidiana.
¿Qué pueden enseñarnos sobre recursos humanos un grupo de personas al límite obligadas a colaborar o dispuestas a morir?.
- La importancia del equipo: es importante evaluar con conciencia a las personas que componen un equipo de trabajo. Entender sus fortalezas, para potenciarlas, y sus debilidades para buscar cómo complementarlas. No debe haber espacio para los oportunistas, que aprovechan los momentos más críticos para obtener ventajas.
- El valor (relativo) de las emociones: las emociones en el entorno laboral son bendición y condena al mismo tiempo. Son el motor del engagement y una fuente innecesaria de conflictos. Nublan el juicio en la toma de decisiones y son fuentes de dirección al momento de valorar la contribución real de cada miembro del equipo. Mantener cierta distancia, sobre todo desde posiciones de liderazgo, es necesario para que todas las circunstancias que rodean a la compañía no nos acaben superando y para no perder la perspectiva de los objetivos.
- La tecnología más importante es nuestro cerebro: es la herramienta definitiva. Todo lo demás es software; y el cerebro humano es el hardware sobre el que se apoya cada decisión y cada herramienta.
- Los riesgos, siempre controlados: las empresas no deberían ser siempre las primeras en explorar territorios desconocidos, de altos riesgos y sin necesidades de mercados probadas. Incluso llegando desde atrás, se pueden encontrar menos retos y menos competidores también (juego del puente con plataformas de vidrio). Cuando la continuidad de una empresa está en juego, debería primar siempre el principio de precaución.
- La diversidad suele imponerse a la uniformidad: la versatilidad de un equipo es uno de los principales ingredientes de su éxito, sobre todo si se cuenta con personas que son capaces de manejar situaciones impredecibles. En la mayoría de los casos, un equipo sólido no es aquel cuyos miembros comparten rasgos similares, sino un equipo diversificado con una mezcla de todas las habilidades, conocimientos y experiencias (juego de la cuerda).
- La competencia no perdona: los competidores son impredecibles, duros y, en muchos casos, tienen planeamientos estratégicos igual de válidos que los de mi empresa. Es imprescindible tener en claro que los valores y la cultura organizacional son mucho más importantes que la situación financiera al momento de decidir cómo afrontar a la competencia.
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